Adiós a Mario Vargas Llosa, el último escritor del ‘boom’

Hubo un tiempo, durante el último cuarto del siglo XX, en que era posible argumentar que una sola persona era el mejor novelista y el mejor crítico literario de Estados Unidos. Me refiero a John Updike, cuyas largas y elegantes reseñas en The New Yorker marcaban las agendas de lectura.

Tal era la influencia de Updike que los lectores le prestaron atención cuando, a mediados de la década de 1980, se enamoró literariamente del escritor peruano Mario Vargas Llosa, fallecido el domingo a los 89 años.

En más de una ocasión, en sus reseñas de las novelas de Vargas Llosa, Updike destacó su atractivo y elegancia.

A Updike le impresionaba más la inteligencia sustancial de Vargas Llosa, su conocimiento, su versatilidad y su imaginación, capaz de conjurar, por ejemplo, la cómica algarabía de un minúsculo grupo disidente de izquierda en sesión solemne, o los sentimientos nauseabundos de una joven esposa que descubre que su marido es homosexual, o la exaltación entumecida de un idealista citadino que participa, acosado por el mal de altura, en un tiroteo en los Andes.

Vargas Llosa “ha reemplazado a Gabriel García Márquez” como el novelista sudamericano con el que los lectores norteamericanos deben ponerse al día, escribió Updike en 1986, cuatro años después de que García Márquez ganara el premio Nobel de literatura y 24 años antes de que lo hiciera el propio Vargas Llosa.

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