Mbappé se borra, el Madrid no

El Madrid conjuró el peligro real de no jugar los encuentros por su orden. En un partido obrero, con más de media hora con un hombre menos por un momento de enajenación mental de Mbappé, se mantuvo en la Liga. Fue un chupito de dopamina antes del Himalaya que le espera el miércoles. Ancelotti solo puso a Bellingham y Vinicius al final, pero la victoria no es atribuible a sus fantásticos, sino a la disciplina defensiva que no ha practicado mucho el equipo, al todopoderoso Valverde y a un Camavinga que, con Tchouameni guardándole la espalda, mejoró notablemente. Su gol determinó el reparto de los puntos en un partido con 33 faltas, empalagoso y mal arbitrado.

Hubo un tiempo en que Ancelotti se sentía incapaz de pisar ningún campo, el Bernabéu incluido, si no le acompañaba Vinicius. Sucedió cuando a sus ojos y a los de una inmensa mayoría, entre los que no se encontraban algunos de los que votaron al Balón de Oro, era el jugador más desequilibrante del mundo. En Mendizorroza, con la Liga suspendida de un hilo, le dejó en el banquillo. Fue una decisión híbrida: un descanso para sus piernas y un ratito al rincón de pensar después de una racha insólita en la carrera del brasileño. El descontento no estaba solo en la grada.

Kylian Mbappé vio la cartulina roja por esta dura entrada a Antonio Blanco. ADRIAN RUIZ HIERROEFE

Sin él, con otro sospechoso habitual, Arda Güler, con Tchouameni y Camavinga juntos y con solo dos puntas, compareció el Madrid en Vitoria, prólogo con espinas del intento de remontada ante el Arsenal. Un equipo poco creativo, protegido en un 4-1-4-1, y con Mbappé en régimen de aislamiento entre la agresiva zaga del Alavés. La situación atacó a su sistema nervioso.

Un gol y una roja

Y es que eso, fiereza y máxima atención, fue el equipo de Coudet, al que le costó entrar en la familia por el cariño de la grada al destituido Luis García Plaza. El cuadro vitoriano intentó tomar ventaja por vía de apremio, con diez minutos de alto voltaje a los que les faltó remate. Esa es enfermedad crónica en los equipos del extremo sur de la tabla.

Este disparo de Camavinga le dio el triunfo al Madrid.JAVIER GANDULDiarioAS

El Madrid no era ni frío ni calor. Apenas le llegaba nada, apenas creaba nada. Y a pesar de ello, estuvo dos veces al borde del gol. En una se atocinó Arda Güler, que echó a perder un gran envío largo de Rüdiger con un intentó de vaselina que solo cogió aire. En otra, el VAR intervino en favor del Alavés tras un gol de Asencio, que cabeceó en el segundo palo un córner lanzado por Rodrygo. Soto Grado no vio nada. En Las Rozas apreciaron una zancadilla de Rüdiger a Owono que impidió el salto del meta. Pareció infracción.

Fueron dos fogonazos en un partido plano, de transición, de víspera, que preludiaron el gol de Camavinga, cuyo secreto fue la circulación de la pelota. Valverde y Arda Güler sacaron de punto a la zaga vitoriana al primer toque y el francés, desde el borde del área, metió su izquierda con un toque de gran precisión. Esa posición de interior que le resta responsabilidad defensiva, su punto débil, le favorece mucho.

El Madrid parecía haber conseguido lo más difícil cuando Mbappé, que andaba ya desconectado del juego y buscando pelea, perdió la cabeza y le metió los tacos en la espinilla a Blanco de modo alevoso, brutal e inexplicable. El VAR volvió a hacer sonar la campana y el equipo de Ancelotti se quedó con diez, con Güler como único punta. Al Madrid, cuyo ataque se había reducido a las buenas intenciones de Rodrygo en la izquierda, la banda que más le apetece, le esperaba un largo periodo de resistencia, sinónimo de desgaste, lo último que necesitaba antes de su duelo ante el Arsenal.

El Alavés, en la primera mitad, corrió mucho y produjo poco. Su único peligro fue una rosca de Carlos Vicente que no se enroscó lo suficiente.

Diez contra diez

El Madrid pasó del bloque bajo al bajísimo, muy cerca del encierro en su área. Le costó al equipo blanco salir de ahí a vuelta del descanso. Y cuando Coudet metió un segundo punta, Toni Martínez, Ancelotti empezó a tirar de sus principales, Bellingham y Vinicius.

La versión más solidaria estaba sujetando a un equipo blanco ordenado, entregado al sacrificio y con una buena actitud defensiva, no solo de sus centrales, sino también de Lucas Vázquez y Fran García, laterales B y suplentes en el Emirates. De aquellos momentos de agobio solo sacó el Alavés dos cabezazos sin colocación de Toni Martínez y Kike García.

Courtois, en una de sus escasas intervenciones en Mendizorroza.ANDER GILLENEAAFP

Ahí se fue su gran oportunidad porque a veinte minutos del final el equipo de Coudet también se quedó con diez cuando Manu Sánchez le puso los tacos en el gemelo a Vinicius. Soto Grado, en tarde desastrosa, no pitó ni falta. Actuó tras denuncia del VAR sobre una acción menos brutal que la de Mbappé, pero también punible. Al menos sí atendió la queja de Asencio a los gritos de la grada contra él. Paró el partido y puso en marcha la megafonía. Si anduvo corto de vista, tampoco estuvo rápido de oído.

De ahí al final se acomodó el Madrid con su fútbol de toque, alejó al Alavés de su área con el juego inteligente de Vinicius y Bellingham, al que se le fue una ocasión inmejorable, y amarró una victoria que le mantiene en el campeonato. También tuvo minutos Ceballos con vistas al futuro. Esta vez, aunque sin brillantez, el Madrid no limitó su kilometraje. La afición y Ancelotti lo agradecen, pero la gesta ante el Arsenal exigirá mucho más. Llega el tiempo de la remontada.

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